Hablemos de Dios y Su Gran Amor Por Nosotros Que Somos Sus Hijos

Hoy quiero hablarte de nuestro padre celestial. Un padre amoroso, el cual te ama mucho más de lo que puedas imaginar, no hay palabras para describir este gran amor que nuestro Dios tiene por nosotros, su pueblo y esa es la razón por la cual tenemos la misión de decirle al mundo esta gran verdad, la más importante de nuestras vidas.

Dios y Su Gran Amor Por Nosotros Sus Hijos

Es Necesario Anunciar Las Grandes Obras de Dios Dentro y Fuera de Tiempo


Nuestro Señor Jesucristo murió en una cruz (o en un madero, importante es que fue por nuestros pecados) para darte a entender lo mucho que te ama. Esta es la prueba de amor más grande que podemos encontrar en toda la historia de la humanidad, cuando el creador de los cielos y la tierra se hizo hombre y murió de una forma tan dolorosa por ti y por mí.

Sobre este tema cabe decir que la gran mayoría somos unos mal agradecidos que no valoramos en su justa dimensión este sacrificio tan grande de Dios por sus hijos.1 Juan 4.10. Es hora de hacer una autorrevisión de uno mismo y ver hasta donde estamos en verdad cumpliendo con el Señor, ¡si es que en realidad lo hacemos!

Necesitamos Ser Más Agradecidos Con Nuestro Señor y Padre Celestial


Sí, somos unos mal agradecidos que vivimos cuestionando su palabra, sus promesas, y hasta su santa y sagrada voluntad. Yo mismo me pongo como ejemplo y soy el primero de todos los mal agradecidos que Dios tiene entre sus hijos. Nada de que estoy haciendo o pueda hacer en el futuro podrá ser suficiente, lo que de todo es que el Señor también valora tus esfuerzos por serle fiel y trabajar en su obra.

En lo personal me tomo tiempo de escribir para el mundo en esta página, de tener varias fanpage en Facebook por los cuales llevar una palabra de vida, la cual en algunos casos ha llegado a cientos de miles de personas y esto gracias a la colaboración de los usuarios de esta red social que las comparten.

Además, soy de las personas que dan asistencia a campos blancos e iglesias nuevas. El Señor me ha ayudado a levantar personas en esos lugares para que continúen la obra, y son muchas las cosas que el Señor con su poder, gran amor y misericordia ha hecho a través de mí, pero con todo y eso no soy merecedor de ser su hijo, ni estoy haciendo todo lo que tengo que hacer en Dios.

Le pido cada día su perdón, su fuerza y su amor para seguir adelante y cumplir mi ministerio. Es lo menos que puedo hacer después de recibir y si merecer tanto amor. Es importante reconocer los retos de la vida cristiana, que no todo el que diga serlo en realidad lo es y que el que en verdad lo sea debe seguir creciendo en Dios tal y como indica su santa palabra.

Hablemos de Dios, de todo lo que da a su pueblo y de lo poco que recibe, solamente un Dios con tanto amor y misericordia como el nuestro hace maravillas con una humanidad tan corrompida, tanto los del mundo como muchos en las congregaciones. Sí muchos en las iglesias es una gran blasfemia que se llamen cristianos, pero no todo está perdido, ni lo estará.

Dios siempre guarda para sí un remanente fiel que no dobla sus rodillas ante los baales del modernismo, de la falsa prosperidad, de las dádivas económicas, de la apostasía y de tanta mercadería que solemos ver en estos días. Los hijos de Dios tenemos el compromiso de mantenernos fieles y aprovechar cada ocasión para predicar su evangelio, pero también es responsabilidad nuestra identificar lo que está mal y denunciarlo.

No podía concluir sin decir lo siguiente: hablemos más de Dios y menos del hermano. Del hermano no se habla, al hermano se le exhorta con amor, paciencia y sabiduría en humildad, es verdad que por sus frutos los conoceréis, pero solamente Dios tiene la última palabra, y nuestro Señor es tan poderoso que puede convertir la cizaña en trigo y humillar al que está engrandecido.

Seamos buenos testigos de Dios, halemos de sus maravillas, cantemos salmos a su nombre y prediquemos más y más su santo evangelio que es palabra de vida. Demos por gracia lo que por gracias recibimos y un día démonos un abrazo en el reino de su amado hijo Jesucristo.